Había
un tiempo donde el cielo brillaba más y era la luna, la que nos mandaba
a dormir y las horas de silencio durante el día, era la de la siesta.
Había
un tiempo que el sol blanqueaba las sábanas, tiempo donde se iba
andando o en bicicletas a los sitios y por las noches, las aceras se
llenaban de sillas ocupadas por familias enteras, tomando el poco aíre
que corriera y viendo a sus hijos jugar y al cuidado de que no se
cayeran o riñeran con algún otro niño.
Hubo un tiempo, que si llovía, las mujeres sacaban los cubos para llenarlos de agua de lluvia... porque decían que era muy buena para "todo".
Había
un tiempo que nuestro despertador era nuestra madre o el canto de los
pájaros o del gallo, tiempos de merendilla de mortadela, de coleccionar
cromos, de vestir a las muñecas de cartón.
Era un tiempo donde no
sobraba nada, excepto el tiempo, que teníamos mucho, para estar con la
familia, los amigos y disfrutar de los pequeños detalles de la vida.
Ese
era realmente el tiempo de 24 horas al día, donde eras tú, la que
manejabas las agujas del reloj y ahora... "el tiempo", nos echa de
menos, porque tenemos de todo, menos... Tiempo!!.